marzo 30, 2007

Existo, luego pienso

En un país convulsionado, todos salimos perdiendo. En un país en que confrontar está a un paso de ser deporte nacional, cualquiera se siente con autoridad para imponerse sobre los demás. En un país donde pensamos después de decir lo que nos plazca, suceden cosas impredecibles.

¿Sabe el Sr. Correa todo lo que acabamos de indicar en el párrafo anterior? Parece que no, señores. En los últimos días ha propiciado una cadena de improperios contra empresarios, banqueros, catedráticos, y personas de apellidos respetables para ganar espacio en los medios. Como si los necesitara. Como que si no supiera que la campaña terminó en noviembre 23. Como que siendo Presidente no le basta para ser figura primordial en los medios de comunicación colectiva. Como que si pensara: “Hay que llevarnos por delante a todos, total yo soy el que mando”.

Como dicen, en Ecuador todo es al revés. Aquí René Descartes se volvería loco si viera cómo destrozamos cada día su máxima. ¿Dónde estamos? ¿No se supone que esta era un gobierno popular? El pueblo, el verdadero pueblo, es respetuoso, venerable, valeroso pero no vengativo, altivo pero no subversivo, exigente pero no resentido. Parece que al Presidente se le olvido que debe ser ejemplo para millones de ecuatorianos. Ejemplo de que las cosas no se consiguen con actitudes propias de pendencieros bocones, sino dándose a respetar. Por el contrario, con su actitud de resentido (porque al parecer eso es lo que muestra) le parece decir a la gente que salgan a las calles, hagan y digan lo que quieran, y si les queda tiempo, reflexionen en lo que hicieron. Es una posición de muy mal gusto del que, como hemos dicho, tiene que ser ejemplo para las generaciones que lo ven, y motivo de orgullo para quienes lo eligieron como primer personero de la República.

En la antigüedad, las cruzadas arrasaban todo “en nombre de Dios”. Hoy, todo se hace aquí “en nombre de la Asamblea”. Hay que decir lo que nos plazca, atentar contra quien tengamos en frente, insultar a quien recordemos, remover jueces que no piensen igual que nosotros, destituir al que se opone a nuestras ideas (aún sabiendo que las respeta), ofender linajes respetables, muchos de ellos labrados con esfuerzo, que incluso se sentaron en el mismo lugar que el Sr. Correa… No importa, todo en nombre de La Asamblea.

Al fin y al cabo ¿qué es la Asamblea? ¿Una necesidad o una imposición? ¿Un grito verdadero de las masas en busca de cambio, o un intento de satisfacer un ego personal? Esperamos respuestas.

Aunque lo más lógico será esperar un insulto.

¡Abajo los mentirosos!

Justo Empate
Marzo 30 del 2007


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